Ella no era consciente de la cámara como lo eran los modelos humanos. Esto significaba un cambio grande en mi manera de fotografiar, y fue un reto genial.
Las emociones que mostraba siempre eran auténticas.
Con la fotografía, podía mostrar cómo era realmente: su carácter, sus expresiones únicas, todas esas facetas distintas que hacían a Zimt tan especial para mi.
Me pasé los años siguientes fotografiando a Zimt en todos los sitios que se me ocurrían: en casa, en la calle, en la ciudad, en la naturaleza – pero cuando la llevé al estudio conmigo un día, todo encajó: